Esta mañana, como es habitual los fines de semana, me he levantado con intención de irme al campo a dar una vuelta y ver si era posible observar unos cuantos bichos. Después de tantos días de confinamiento por la cuestión sabida por todos, ya hay ganas de salir al campo a respirar aire puro. Así que he pensado que estaría bien ir hasta las Lagunas de Lo Monte en Pilar de la Horadada, uno de mis sitios de pajareo habituales y al que hacía ya varios meses que no iba.
La mañana pintaba bien, ya había amanecido y el cielo estaba totalmente despejado, pero todo se ha torcido cuando he llegado a Lo Monte, ¡estaba cerrado! Que vale, que entiendo que durante el confinamiento estuviera cerrado, es lógico que todas las áreas naturales permanecieran cerradas, pero a estas alturas cuando la gente se hacina en los bares y terrazas y estamos en vísperas de que las playas de la zona aparezcan atestadas de veraneantes como todos los años (dudo yo que se respeten las distancias), no veo yo razón para que no pueda uno estar totalmente sólo en un paraje alejado del mundo civilizado.
Hacia la Punta de la Glea
Así que, ya que me había desplazado hasta allí he estado pensando hacia donde podía ir para, por lo menos, no perder toda la mañana y disfrutar un poco de la naturaleza.
He recordado que la semana pasada vi en prensa que el Ayuntamiento de Orihuela había habilitado una serie de sendas en la Punta de la Glea, uno de los pocos tramos de costa que quedan sin destruir por la especulación urbanística, así que hacia allí he dirigido mis pasos.
Se supone que también han editado una Guía de Campo, que supuestamente se puede descargar en la página del Ayuntamiento, aunque he sido incapaz de encontrarla en tamaño despropósito de web, lo mismo se les ha olvidado subirla.
Por lo menos el paseo peor la Punta de la Glea ha sido fantástico. El mar estaba espectacular y los senderos muy agradables de caminar. Eso sí muy cortos ya que el paraje es bastante pequeño, un oasis en medio de la barbarie urbanística que ha arrasado la costa mediterránea.
De pájaros no he visto mucho la verdad, unos Flamencos comunes (Phoenicopterus roseus) volaban en el horizonte, algunas Currucas cabecinegras (Sylvia melanocephala), un Mirlo (Turdus merula) y varias Gaviotas patiamarillas (Larus michahellis). Antes de volver a casa, se ha animado un poco la cosa y he podido ver también a las golondrinas comunes (Hirsuto hirunda) que empezaban su jornada de búsqueda de alimento.
Volveré con ánimo de echar un vistazo más en profundidad a las plantas ya que la Punta de la Glea es una microrreserva de flora, hoy he disfrutado más del mar y de los pocos pájaros que he visto.